Es uno de los símbolos patrios por excelencia, emblema de la identidad argentina y motivo de orgullo. Sin embargo, suele ser ignorada y maltratada, como muestra esta galería de imágenes tomadas en instituciones públicas y privadas y en edificios particulares: la bandera nacional hecha jirones, rota, sucia, manchada. Es lógico que al estar al aire libre, la lluvia, el viento, el hollín del ambiente vayan deteriorando la tela, pero es responsabilidad de las autoridades o dueños de casa reemplazar la enseña patria cuando la que flamea ya está deteriorada.
Lo que no se puede hacer, bajo ningún concepto, es sacarla, lavarla y volverla a colocar. En esto fue categórica Patricia Ibazeta de Posse, directora de Ceremonial de la Provincia y miembro de las academias Argentina de Ceremonial y de Protocolo de Brasil.
“Una bandera deteriorada, por el desgaste de agentes exógenos, debe ser reemplazada siguiendo una formalidad que se encuentra respaldada por el decreto 10.302/44 aún vigente y reforzada por el decreto 1650/2010. Una vez retirada del mástil, se deberá en primer término, anular su carácter emblemático (sol) y luego, incinerarla. Esta ceremonia debe ser realizada ante la autoridad de la repartición o institución, y tendrá que constar en un acta firmada por la autoridad y dos testigos”, explicó Ibazeta de Posse. Aclaró que las banderas de izar, que son las que se ponen en los mástiles, se incineran mientras que las de ceremonias se guardan.
En cuanto a los responsables del reemplazo, puntualizó: “en los casos de espacios públicos, los intendentes y delegados comunales y en las reparticiones públicas, los responsables de cada área. En los establecimientos educativos, los directores”.